24 may 2013

Haciendo memoria y valorando la experiencia

Tras el éxito de nuestro anterior proyecto Comenius SKILL (Success Keys to Improving Language Learning), avalado por el Premio Sello Europeo concedido en Holanda, nuestro centro dio un paso más en la colaboración con el Kandinsky College desarrollando este curso el Programa de Movilidad de alumnado Comenius (MAC). Esta iniciativa permitió que Andrea Abello Collados, Aique Álvarez Martín, Marieke Burghoorn y Roos van Lin participaran en una experiencia de movilidad durante 3 meses, que comenzó con la llegada de las dos alumnas holandesas a Mieres el 15 de septiembre y culminó el 21 de abril con el regreso de Aique y Andrea a España. Por el medio muchas vivencias de todo tipo, positivas y negativas, que esperamos hayan contribuido a la consecución de los objetivos que nos habíamos planteado, relacionados directamente con el aprendizaje de lenguas y el conocimiento intercultural.  Estudiar y vivir tres meses en otro país, lejos de tu familia, tus amigos y tu entorno, no es lo mismo que irte un mes por el verano al extranjero y no siempre resulta sencillo. Es por ello que los aprendizajes realizados, tanto en el ámbito académico como personal, sin duda marcan la diferencia en el proceso de adquisición de las competencias clave que nuestros jóvenes necesitan hoy en día.


Siguiendo a las jornadas de formación en León con el resto de chicos y chicas venidos de distintos países europeos y participantes del mismo programa, intentamos integrar a Roos y Marieke en la rutina diaria de nuestro centro. La cantidad de tareas  de su instituto de origen y su nivel de exigencia no lo pusieron fácil, pero aún así  asistieron a clases de Inglés, Filosofía y Ciudadanía o Educación Física, apoyaron al profesorado del centro en clases de Inglés o Geografía, tomaron parte en dos excursiones a Gijón y el Cabo Peñas con grupos de 4º ESO y 1º Bachilerato o colaboraron en los talleres de música con alumnado de 3º ESO (en las que Marieke tuvo un papel especial interpretando al piano la melodía principal de la canción "Sueños diabólicos" del grupo de folk celta "Mago de Oz", tocando la guitarra o cantando). Además, acompañaron al resto de protagonistas MAC en una jornada de difusión del programa a la comunidad educativa y nos abrieron una ventana a su país, bastante desconocido para nuestros estudiantes, mediante la creación de un rincón MAC para difundir su cultura y distintas charlas para nuestro alumnado o incluso en otros centros del entorno, como el CP Santiago Apóstol o la Escuela Oficial de Idiomas, en donde hablaron en inglés, francés o alemán. Gracias a ellas, sabemos algo más de la geografía holandesa y cómo han logrado ganarle terreno al mar, cómo es su sistema educativo, su instituto o la vida típica de los estudiantes allí. ¡Incluso nos enseñaron algunas palabras y expresiones en holandés o cómo cocinar wentelteefjes! También tuvieron tiempo de descubrir Asturias, de la mano de sus familias de acogida, perfectas anfitrionas y embajadoras de nuestra cultura y costumbres, de hacer una escapadita a Madrid o de aprender nuestra lengua, gracias a las clases en el instituto o en la Escuela de Adultos y al contacto con las familias y amigos y amigas españolas.  


Después de las vacaciones navideñas, les llegó el turno a Andrea y Aique, quienes con muchos nervios e ilusión se desplazaron a Nimega para comenzar su periodo de movilidad. En su jornada de formación en Amsterdam coincidieron con los dos únicos españoles MAC en todo el país: Adriana y Sergio de Salamanca y nada más llegar al Kandinsky College les recibió la prensa local y ya se hicieron “famosos” en su comunidad. A lo largo de los tres fríos meses posteriores, se sucedieron un montón de nuevas experiencias (comidas, horarios, estilos de vida, mucha nieve) y, cómo no, los desplazamientos en bicicleta a todas partes. ¡Toda una aventura!  Estando allí, Andrea se entera de que se le ha otorgado el premio Jordi Sierra i Fabra de Literatura para jóvenes, galardón que recogió en abril en Madrid de la mano de la Princesa Doña Letizia, Aique recibe la visita de su familia... ¡Qué de emociones juntas! 

María Cao Fernández
Marga Valdés Díaz
Responsables del proyecto en el IES SÁNCHEZ LASTRA

A la llegada al aeropuerto de Ámsterdam me estaban esperando Marieke y sus padres, los cuales me llevaron hasta su casa en las afueras de Nijmegen (Nimega), en donde conocí a sus hermanos, más pequeños que yo.  Allí tuve numerosas experiencias (tres meses dan para mucho). Algunas fueron buenas y otras malas, pero he aprendido que todo nos enseña algo.

Como sabéis, Holanda es un país situado en el norte-centro de Europa y allí el clima es muy distinto al de España. ¡¡Y bien distinto!! Llueve, nieva, hace mucho frío… Bueno, lo que se llama mal tiempo. Sin embargo, aunque parezca extraño, esto me gustó porque, cuando nevaba, se veía todo el paisaje totalmente blanco, algo increíble que nunca se borrará de mi mente.

Entre la gente de Holanda y la de aquí hay muchas diferencias físicas, distintas costumbres y formas de pensar.  A veces podría parecer incluso que somos totalmente distintos. Sin embargo, y aunque el primer contacto suele ser bastante frío, al relacionarte con los demás te das cuenta de que tienes bastante en común con quien al principio creías muy lejano, algo que siempre te sorprende.

Los medios de transporte allí son mucho más caros y no funcionan igual que aquí, porque el medio más importante y utilizado por todo el mundo es la bicicleta. La bici se usa independientemente de si llueve, nieva, graniza o si hace mucho viento, lo cual hace el viaje más desagradable. Para ellos no lo es tanto porque ya están acostumbrados y lo hacen desde muy pequeños.  De todas formas, sí me resultó muy agradable ir en bici cuando hacía buen tiempo, ya que por las mañanas antes de entrar a clase o al salir disfrutaba del sol golpeándome en la cara y sintiendo un calorcito que me sacaba una sonrisa.

La vida holandesa en general no me gustó mucho. Creo que es mejor la española. En el día a día, los horarios y las comidas son muy distintos. Por ejemplo, para ellos no existe la hora de la comida. Comen un bocadillo y ya está. Eché mucho en falta un plato de legumbres, que allí no se comen o yo, al menos, no lo hice. Normalmente comíamos verduras, pasta, arroz y algo de pollo o carne precocinada. Tampoco comen pescado. Por todo esto, cuando volvía de entrenar o de clase, me sentía agotado y sin fuerzas. Además, me pasaba muchas horas sin comer, ya que cenábamos sobre las 7 de la tarde y hasta las 7 de la mañana no volvía a comer nada. Eso sí, tengo que admitir que son más deportistas que nosotros y esto es algo que sí me gustó mucho, porque en España hay mucha gente de mi edad que no practica ningún deporte. No es lo único que eché de menos. Se pasan las tardes de los fines de semana en casa y apenas salen, mientras que, en Mieres, yo me paso toda la tarde con mis amigos por ahí de fiesta o dando una vuelta, tomando algo… pero nunca en casa.

Recuerdo uno de los días que mejor me lo pasé. Fui a un parque de atracciones en el que nos reunimos con otros dos alumnos españoles de Salamanca que también participaban en el programa MAC. Nos montamos en un montón de atracciones, aunque el clima no acompañaba, ya que estaba frío y a ratos se ponía a nevar. Nos divertimos mucho juntos.

A nivel de instituto, en mi experiencia ha habido pros y contras. Las clases eran diferentes y los horarios cambiaban continuamente: unos días empezabas las clases a las 8:30 y acababas a las 16:30 y, sin embargo, otras veces comenzaban a las 9:30 y finalizaban a las 14:20. Confieso que alguna vez anduve un poco despistado con tanto cambio... De todas formas, me voy muy contento por el trato que he recibido de los profesores, que eran geniales y siempre intentaban integrarte en la clase y ayudarte.

Aique Álvarez  Martín,
Participante, 1º Bachillerato

La aventura en la que Aique y yo nos embarcamos a principios de este curso llegó a su fin hace apenas unas semanas. El intercambio con Holanda, que, gracias al programa de Movilidad de Alumnado Comenius, permitió venir a España a dos estudiantes holandesas y nos llevó a nosotros a Nimega, cumplió sus seis meses, y todo ha vuelto a la normalidad. Relativamente...

Pasados esos seis meses, cuando miro atrás, no puedo creerme mis propios miedos y dudas respecto al intercambio con Holanda. Es cierto que ha habido momentos malos, pero sinceramente se quedan en nada comparados con todo lo bueno que he vivido allí. Ha sido una experiencia irrepetible que recomendaría a todo el mundo. Mi compañera holandesa, Roos, ha sido un verdadero encanto desde el principio y, con el tiempo, se ha convertido en una amiga muy especial para mí, en alguien en quien confiar. Ahora que el intercambio ha terminado, ambas estamos haciendo lo posible para que no termine ahí. Esto no es como unas vacaciones lejos de casa; esto marca, te cambia, y en mi caso creo que ha sido para bien.

Tanto mi familia de acogida, a la que tuve la suerte de conocer cuando vinieron a visitar a Roos mientras ella estaba en Mieres, como los compañeros de clase y amigos que he conocido allí, con su curiosidad y su actitud abierta, me han hecho mucho más sencillo integrarme. El hecho de que casi todo el mundo allí hablase inglés también fue un alivio, puesto que mis conocimientos de holandés son bastante limitados. Incluso los malentendidos y las situaciones no tan distendidas por la diferencia de idioma me sirvieron como aprendizaje, me ayudaron a tener paciencia y a soportar algunas frustraciones a las que no estaba acostumbrada. Y el resultado ha sido de lo más satisfactorio.

También ha sido una fantástica oportunidad a la hora de conocer un  país del que apenas sabía nada en un primer momento. Ya no solo lo "turístico", que me encantó, sino también las costumbres del país, cosa que probablemente no habría sido capaz de lograr de haber estado allí por un periodo de tiempo más reducido. Cosas, por ejemplo, como acostumbrarme a usar la bicicleta para todo, o a los horarios de instituto tan distintos a los míos, o a que su comida se convirtiese en mi comida habitual.

Después de tres meses conviviendo con mi familia holandesa, volver a España se me hizo cuanto menos extraño. Fue una despedida triste, pero al mismo tiempo alegre, porque la pasé con la gente a la que tanto cariño había cogido en mis tres meses en Holanda. Fue bonito tener la certeza de que voy a regresar allí o de que, como mínimo, voy a volver a verles.

Andrea Abello Collados,
Participante, 4º de ESO








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